jueves, 9 de diciembre de 2010

La amnesia petrolera en Bolivia

Refrescando la memoria del vertido

Por Marc Gavaldà.- La corta memoria de los ya de por sí ocultados episodios catastróficos de la historia del petróleo boliviano, favorece la profundización de las letales consecuencias. La – de momento – tibia reacción del pueblo boliviano ante el Decreto 0676, aprobado por el gobierno de Evo Morales el 20 de octubre de 2010, que multiplica por dos las áreas petroleras del país, se emmarca en esta amnesia generalizada que olvida los tristes acontecimientos de la historia contemporánea para tropezar una y otra vez con las misma piedra.

Un decreto para la invasión

Bolivia, con más de un siglo de historia petrolera y siglos de condena por la política extractivista de sus recursos, renueva su apuesta entregando sus tierras más ricas y bien conservadas del país a las transnacionales petroleras. La nueva ofensiva negra, adornada con los más repetidos argumentos de progreso económico para el país, sirve en bandeja millones de hectáreas de áreas protegidas amazónicas y chaqueñas, así como los últimos territorios indígenas sin invadir para que las nuevas “socias”, – con capital y domicilios deslocalizados – machaquen el territorio en la actividad más nociva del planeta.
Entre otras áreas de importancia biológica mundial, el decreto 0676 convierte en bloque petrolero más de 690 mil hectáreas del “hot spot” en biodiversidad Parque Nacional Madidi; 723 mil hectáreas en el parque nacional y territorio indígena Isiboro Sécure, 154 mil hectáreas del Parque Nacional Aguaragüe; 100 mil hectáreas del área de manejo integrado de Iñao.
La mágica fórmula del nuevo decreto de Evo, presume de la más rentable estrategia para el Estado, pero recuerda demasiado a la nefasta “capitalización” aplicada por sus antecesores neoliberales. La empresa estatal YPFB, se adjudicó en 2007 33 áreas de interés hidrocarburífero, varias de ellas en el interior de áreas protegidas intactas. Ahora, el Decreto abre las puertas para que las corporaciones privadas ingresen en estos territorios asociadas a YPFB para inciciar la fase de exploración sísmica. En los oscuros años de la entrega -“a precio de gallina muerta”- de todas las empresas estatales, similares argumentos embaucaron al pueblo boliviano a desprenderse de todo a cambio de promesas extranjeras.

Los pasivos ambientales están ahí

Existen y están presentes en cada una de las concesiones petroleras del país – y del continente. Sin embargo, paradójicamente ningún decreto petrolero los menciona, a pesar de ser éstos aprobados bajo la envoltura del “interés nacional”. Los pasivos ambientales, son aquellas externalidades que las petroleras transfieren a los ecosistemas, a los habitantes y a las generaciones futuras. Difíciles de cuantificar- inconmesurables-, la degradación territorial, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de ríos y acuíferos, no son cuantificados en el precio del barril, ni en las regalías que percibe – y presume- el Estado. Son la golosina envenenada de la economía extractivista. Pan para hoy, hambre para mañana o peor, dinero para hoy, cáncer para mañana.
Los pasivos ambientales son la indigesta cuenta que nos llega a la mesa tras un banquete y nos corta la digestión. La clase política se deshace de ellos tras agotar el mandato, así como las empresas lo hacen vendiendo activos y cambiando de nombre. En Bolivia se los encuentra en los abortos de ganado en las orillas del Desaguadero, o en los pacús y surubís con mercurio de los ríos del Chapare. Dejan rastro por la historia del petróleo pero se olvidan con demasiada facilidad. Se los hunde en el olvido, pero resurgen bajo las piedras, transformados en malnutrición o enfermedad.

Refrescando la memoria del vertido

Ya en el profundo socavón neoliberal, se justificó la privatización para limpiar los desmanes ambientales de YPFB. De hecho, uno de los argumentos utilizados para defender la capitalización de YPFB, que significó la partición y entrega de la empresa petrolera estatal a tres consorcios transnaciononales en 1996, se refiere a los impactos ambientales que generó la empresa estatal y que sólo podrían ser enfrentados por las empresas capitalizadas. Previo al proceso se encargó una auditoría. En los resultados preliminares, las capitalizadas debían asumir una responsabilidad ambiental de 8 millones de dólares. Sin embargo, el resultado de una segunda auditoría ambiental en 1999 resultó que los pasivos ambientales ascendían a 30 millones de dólares. Estos errores cometidos en el proceso de capitalización generaron una abultada deuda ambiental para el Estado.
Posteriormente, el Decreto Supremo 24412, el Estado asume la responsabilidad de los pasivos ambientales, para hacer “más atractivos los bienes estatales transferidos”. La ampliación de la frontera petrolera al interior de la Amazonía, la construcción de mega infraestructuras de exportación y, sobretodo, la identificación de las transnacionales por el pueblo como organizaciones usurpadoras del país, generó un nuevo escenario de conflictos socio-ambientales y territoriales de las poblaciones más directamente afectadas.
De esta época destacan conflictos ambientales como el derrame del Desaguadero (Transredes, 2000, Montoya, 2002), Repsol en el TIPNIS (Gavaldà, 1999), Gasoducto Bolivia-Brasil (Crespo y Guardia, 2000), Gasoducto San Miguel-Cuiabá (OICH y Ceades, 2004) o el ingreso de petroleras en áreas protegidas (Gavaldà, 2003).

Conflictos ambientales del petróleo

Existe insuficiente documentación sobre los conflictos generados por la indústria petrolera. Un repaso documental realizado en 2008 recopiló una muestra de publicaciones que rompen el aislamiento regional de los conflictos, para, al menos en el plano comunicativo, socializar un conflicto ambiental desconocido para el público urbano. La temática del conflicto es abordada normalmente desde una perspectiva sociológica, o antropológica también en conflictos ubicados en territorios indígenas. Se hacen cuestionamientos alrededor de las estrategias de movilización y resistencia, el empoderamiento de las comunidades o el deficitario rol que cumple el Estado en su papel de mediador entre las comunidades y la empresa petrolera.

A continuación, una cronología incompleta de conflictos documentados:

Campesinos del Chapare y los pasivos ambientales de Chaco S.A (1996-)

Rotura del Gasoducto Yabog de Transredes a su paso por el río Pilcomayo, en febrero de 1997, lo trasladan al puente ferroviario generando quejas de Villamontes (1998)

Universitarios contra la exploración sísmica de Maxus en el Valle Sajta (1998)

Campesinos, yuracarés y moxeños contra la actividad de Repsol en el TIPNIS (1996-2000)

Derrame de Transredes en el Desaguadero (1999- )

Incendio en el pozo Madrejones (1999-2000)

Contaminación de Chaco SA en la comunidad Ipa- Villamontes (2000)

Contaminación en la quebrada Los Monos (2000)

Campesinos evitan entrada de Andina S.A en el interior en PN Amboró (2000)

Contaminación petrolera en el PN Aguaragüe (2003)

Construcción Gasoducto Empalme San Alberto-Yacuiba (2002)

Erosión generada por la “Perforación Exploratorio Timpoy X-1” por Chaco S.A en el Parque Nacional Aguaragüe

Marcha de pobladores de San Alberto del Gran Chaco por servidumbres y remediación de impactos de Petrobras (2005)

Negativa rotunda de la comunidad Tentayapi a entrada de Repsol-YPF en su TCO (2005,2010)

Incendio mortal en el pozo Surubí de Repsol-YPF (2005)

Petrobras intenta realizar los proyectos “Sísmica 2D Río Hondo Sur y Sísmica 2D Río Hondo Norte” en el interior de la RB Pilón Lajas ( 2005)

Impunidad Petrolera en Bolivia

Que el gobierno boliviano siga apostando por el ingreso de más corporaciones petroleras en su territorio, facilita también que se agudice la sensación de impunidad reinante para estas compañías, que hasta el momento, han eludido con satisfacción cualquier intento de ser enjuiciadas. De hecho, las corporaciones transnacionales se han constituido en complejas instituciones ramificadas, que sobrepasan las fronteras favoreciendo una impunidad corporativa. Los presidentes y cuerpos directivos de las empresas, toman decisiones desde lejanos e impenetrables despachos. Cuando los accidentes ocurren, los afectados no tienen donde recurrir y mucho menos a quien denunciar. Tampoco tienen un estamento judicial con voluntad de molestar a los poderes económicos.

Algunos episodios de impunidad petrolera en Bolivia:

- 1998: La construcción del Gasoducto Bolivia-Brasil es militarizada para impedir huelga de trabajadores bolivianos que denunciaban trato discriminatorio. Desalojan la escuela y el hospital de Carmen Rivero Torres para albergar un millar de trabajadores. Varias menores de edad quedan embarazadas (Enron-Shell y Petrobras)

- Octubre 1999: Incendio del Pozo Madrejones arde durante 3 meses, desalojando poblaciones cercanas (Pluspetrol)

- Enero 2000: Derrame de 29.000 barriles de crudo en el río Desaguadero. 127 comunidades aymaras y 3 comunidades de Urus Muratos contaminadas (Enron-Shell)

- 2002: En la construcción del Gasoducto a Cuiabá muere atropellado un joven de una comunidad Chiquitana por un auto de la empresa constructora.

- Octubre 2003: La represión en la guerra del gas mata a 67 vecinos del Alto por evitar un contrato de exportación de gas del pozo Margarita ( Repsol-YPF, BG, Total).

- Junio 2005: Incendio de una deflagración de gas del Pozo Surubí (Repsol YPF) quema mortalmente a una familia que pescaban en un humedal.

- 2005: Denuncias por trato de esclavos a familias que vigilan el Gasoducto Yacuiba Rio Grande (Repsol YPF y Petrobras).

Ninguna de estas causas han prosperado en la justicia, dando a entender que existen condiciones prácticas en Bolivia que garantizan la impunidad petrolera, porque “en el negocio del petróleo todo es efímero, hasta la identidad. Las empresas cambian sus nombres, venden sus acciones o se ocultan en una serie de acuerdos a fin de lograr condiciones de impunidad” (Maldonado y Almeida, 2006).

Posiciones contra el olvido

Las comunidades indígenas y campesinas que resisten a la nueva embestida petrolera en Bolivia, ejercen un papel determinante para recuperar la memoria social erosionada. Como ya vivió el país en 1995, los portavoces del poder – político o económico- intoxicarán al pueblo con ilusiones de progreso monetario y desarrollista. Justificarán el sacrificio de los bosques y las culturas por el interés público. Prometerán de nuevo un futuro en el país de las maravillas. Sin embargo, las comunidades locales ya han conocido el significado real de la apertura petrolera en sus territorios. Lecos, yurakarés, chimanes y moxeños se han pronunciado contra carreteras o concesiones petroleras, sean estatales o extranjeras. Posiciones como las de la comunidad Tentayapi, que obstaculiza con su rotunda y legítima negativa, las espectativas productivas del Bloque Caipipendi de Repsol-YPF, emergen como un antídoto al alzeheimer gubernamental. Ojalá la memoria se refresque antes de volver a tropezar.

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Los desechos tóxicos de las minas en el altiplano boliviano, han convertido en desierto lo que antes eran ecosistemas originales



Rosa Rojas*

«...Se pudo constatar cómo, desde las tolvas del ingenio de la Empresa Minera Huanuni, cae constantemente, directo al río que atraviesa la ciudad, una arena negra, que torna las aguas en espeso lodo del mismo color».

Foto: Ximena Bedregal

Los efectos de la explotación minera en Oruro han dejado pasivos ambientales desde la Colonia,agravados en los últimos 20 años por el uso descontrolado de sustancias altamente contaminantes –cianuro, arsénico, mercurio, sulfuros– y el vertido a los ríos de residuos contaminados por metales pesados por parte de empresas mineras y cooperativistas, han ocasionado un auténtico desastre ambiental en cuatro municipios del altiplano orureño: El Choro, Machacamarca, Huanuni y Poopó. En la denominada sub cuenca de Huanuni, ubicada a unos 300 kilómetros al suroeste de La Paz, cerca de 53 mil habitantes sufren la contaminación de sus aguas, la salinización de miles de hectáreas de tierras que se convierten en vastos desiertos, la enfermedad y muerte de personas y animales, el éxodo de sus hijos a otras ciudades del país o al extranjero…

Durante un recorrido por la región, que culminó en el lago Poopó, se constataron los efectos de la polución minera y la sequía. Este lago, que según Wikipedia tenía una superficie de 3 mil 500 kilómetros cuadrados y 3 metros de profundidad en 1986, ahora tiene mil kilómetros cuadrados y un metro de profundidad. Las aguas de este otrora floreciente ecosistema, se han retirado, según los lugareños, más de 10 kilómetros en algunas partes, dejando en su lugar una dura, blancuzca costra salina, que a unos dos kilómetros del espejo de agua se convierte en una capa de lodo, café en la superficie y abajo negro, denso y pegajoso como el alquitrán, sobre el que hay que caminar descalzo porque te arranca los zapatos. Las poblaciones de aves silvestres cuyo habitat era el lago, entre ellas patos y flamencos, se han reducido drásticamente; los totorales (plantas acuáticas ribereñas) son inexistentes en esta parte del lago. De las toneladas de pejerrey que se pescaban aquí sólo queda el recuerdo…

Varios kilómetros antes de la ribera empiezan a encontrarse sobre la costra de sal botes de pescadores y redes abandonadas, algunos pececillos momificados, plumas de flamencos blancas y rosadas…
El líquido que alberga el Poopó, el segundo lago mayor del país después del Titicaca, es ahora salobre y su fondo se ha ido llenando de sedimentos contaminados de minas (colas en el argot minero) que, según la Coordinadora en Defensa de la cuenca del río Desaguadero, lagos Uru-Uru y Poopó (CORIDUP), arrastra el río Huanuni desde la mina del mismo nombre, la más grande del país, operada por la estatal Comibol (Corporación Minera de Bolivia) a través de la Empresa Minera Huanuni (EMH).

El río Huanuni, que tiene varios nombres en sus diferentes tramos, entronca con el río Desaguadero, que a su vez nace en el lago Titicaca. Uno de los brazos de este río desemboca en el lago Poopó y otro, el izquierdo, llega al lago Uru Uru, situado en el límite sur de la capital orureña, y después al Poopó.

El Desaguadero, cuyo cauce tenía entre 8 y 12 metros de ancho por unos tres metros de profundidad a su paso por las comunidades altiplánicas orureñas, recoge además, en su recorrido de 360 kilómetros, las aguas ácidas y colas de otras minas y las aguas servidas y basura de ciudades y poblaciones ribereñas.
En la región operan las minas Kori Chaca y Kori Kollo (de la empresa Inti Raymi), Japo, Sinchi Wayra, La
Candelaria, Tiawanaku, Morococala, Cominur, además de las explotaciones de cooperativas como la Poopó y del Carmen, cuyos residuos van a dar al río, explicó don Ángel Flores, vicepresidente de CORIDUP.
Esa organización aglutina a 80 comunidades que desde el año 2000 luchan para que las mineras –estatales,
privadas o cooperativas– respeten a la madre tierra, Pachamama, cumplan la legislación del país y remedien los daños a la salud humana, el ambiente y la economía que les han ocasionado.

Con don Ángel se hizo el recorrido desde Huanuni hasta la comunidad de Cochipiacala, a unos 40 kilómetros de la ciudad de Oruro, donde el río Desaguadero es en estos días un arroyuelo de no más de un metro de ancho y unos pocos centímetros de profundidad. Para llegar ahí manejamos dos horas por una huella sobre la pampa salitrosa, donde ya no crece nada, ni la ruda paja brava altiplánica, ni otras especies de pastos como la cebadilla, que servían para alimentar rebaños de llamas, ovejas y vacunos; ni una brizna de hierba. De los totorales sólo queda un manchoncito de pequeños brotes en una orilla de ese arroyo salado.
Esta región era netamente ganadera, pero si todavía nace algún forraje los animales «lo comen pero no se alimentan y mueren de diarreas y otras enfermedades ». Se sembraba quinua y papa fundamentalmente para autoconsumo «pero ya no da», explicó, en otro recorrido, Florián Quispe, secretario general de la CORIDUP, quien relató que en su comunidad, Quesu Quesuni, él pastoreaba en su infancia las ovejas desde el río, en una barca de totora. Según la organización, la sedimentación del cauce del Desaguadero, prácticamente aparecida en ocho kilómetros, se debe a las colas de la EMH y a la basura de la ciudad de Huanuni, que también va a dar al río.
Don Ángel señaló que urge dragar el río y rehacer el cauce antes de la época de lluvias para evitar que las aguas ácidas (copajira) se rebalsen a otras tierras que aún pueden salvarse, ya que en Cochipiacala, Municipio de El Choro, por lo menos mil 500 hectáreas ya están perdidas, cifra que asciende a 12 mil hectáreas en la comunidad de Santo Tomás, según el comunario Jaime Caichoca.

Por su parte el gerente de la EMH, Marcelino Quispe López, en conversación vía telefónica, negó que la sedimentación y contaminación tanto del río Desaguadero como del lago Poopó, se deban al vertido de los desechos de la mina al río Huanuni, que dijo, ha trabajado así «desde el tiempo de los españoles».
Sin embargo, se pudo constatar cómo, desde las tolvas del ingenio de la EMH, cae constantemente, directo al río que atraviesa la ciudad, una arena negra, que torna las aguas en espeso lodo del mismo color.
Sobre las medidas para combatir la contaminación de la EMH, afirmó que «obviamente tiene que haber tratamiento de aguas, tratamiento de la basura, todo eso, pero vamos a ir programando paulatinamente…», e indicó que está en construcción un dique de colas que tendrá capacidad para residuos de 5 años. Ello pese a que se estima que la mina tiene una vida útil de por lo menos 20 años más.

Don Angel confió en que con el Decreto Supremo 0335, del 21 de octubre de 2009, que le arrancaron al presidente Evo Morales Ayma con una marcha de la CORIDUP a La Paz, en el que se declaró «situación de emergencia de carácter departamental» –referida a los cuatro municipios mencionados– haya avances, «más allá de reuniones y papeles» en la remediación ambiental de la región, porque ya cumplió un año el decreto «y en las comunidades no se ha movido ni una pala».

En dicha norma se establecen seis líneas estratégicas para proyectos de mitigación, tratamiento y control ambiental de la contaminación minera, que a un año de su promulgación no acaban de programarse, si bien ya hay un convenio con la Unión Europea para financiarlos por 14 millones 210 mil euros, de los cuales el gobierno boliviano aportará 3 millones 275 mil.

Para conocer los avances en la ejecución de los programas contemplados en el decreto 0335, se solicitó en repetidas ocasiones al Ministerio de Medio Ambiente, entrevistas con los responsables del seguimiento de los mismos.

Las gestiones fueron infructuosas. Sin embargo, el 9 de noviembre, en declaraciones al diario La Patria, de
Oruro, el técnico de la CORIDUP, Limbert Sánchez, informó que al margen de los trabajos que desarrolla
la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), las otras entidades no proceden con trabajos de impacto,
como el ministerio de Desarrollo Rural con la dotación de semillas.

Añadió que después de reunirse con los ministerios involucrados en ejecutar proyectos para contrarrestar la contaminación, sólo se tiene comprometido el envío de seis médicos para atender las enfermedades de los pobladores y algunos cursos de cuidado ambiental comprometidos por el Ministerio de Educación.

Por su parte Florian Quispe, secretario de CORIDUP, informó vía teléfono que con ayuda de la 
cooperación europea, se empezarán a perforar, en diciembre, 15 pozos profundos para abastecer de agua
potable a las comunidades de Quesu Quesuni, Puñaca y Quería.

* Rosa Rojas es periodista mexicana.

FUENTE: Periodico mensual PUKARA (Dic. 2010)

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Campaña Nacional de Firmas por el NO a la Minería Química a Cielo Abierto
y la Minería Nuclear en todas sus formas

Los ciudadanos del territorio argentino decimos NO a la minería química con la modalidad a "cielo abierto" y a la minería radiactiva en todas sus modalidades (cielo abierto o por galerías).

  • Pedimos la nulidad y derogación de la Ley de Inversiones Mineras (Ley Nacional 24.196) y normas complementarias.
  • Exigimos la derogación y anulación por parte de la República Argentina del "Tratado de Integración Minero Argentino-Chileno".
  • Reclamamos el cierre definitivo y la recomposición del ambiente, según el art. 41 de la Constitución Nacional, de todas las minas abandonadas y aquellas que están funcionando y no respetan la ley general del ambiente (ley nº 25675).
  • Pedimos previa autorización expresa para la utilización de recursos hídricos compartidos de las poblaciones de las provincias potencialmente afectadas por un emprendimiento minero que se expresarán por referéndum y demandamos la participación de la autoridad ambiental nacional en caso de efectos ínter-jurisdiccionales.
  • Pedimos se respeten estrictamente los principios ambientales preventivo, precautorio y de sustentabilidad contenidos en la ley general del ambiente y la sanción de caducidad de las concesiones mineras en caso de incumplimiento.
  • Reclamamos la detención y prisión de los empresarios mineros que contaminan el medio ambiente con sus delitos y la misma condena para los funcionarios públicos cómplices.
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