domingo, 29 de mayo de 2011

Los mineros que nunca salieron

Punto y Coma. El Cerro Rico de Potosí fue la mina de plata más grande del mundo, al punto que esa ciudad, al sur de Bolivia, llegó a tener más habitantes y riquezas que París. Hoy, los mineros bolivianos siguen explotando los despojos minerales para subsistir, en el interior de una montaña que se tragó la vida de millones de indígenas. Un recorrido por la montaña emblemática del saqueo colonial, que se ha convertido en destino turístico. Crónica de un viaje de 46 horas desde La Paz hasta el Litoral.
Eliezer Budasoff
De la Redacción de UNO

 
El cerro Rico de Potosí, al sur de Bolivia, es un queso gruyere: una montaña con más de 400 accesos por donde ingresan cada día entre 8.000 y 14.000 mineros. Todos adentro picando las paredes para exprimir los filones de vetas de mineral. Plata y zinc, a veces también estaño.

En el corazón del cerro siempre hay riesgo de derrumbes, pero los mineros bolivianos tienen un método para prevenirlos. Los viernes por la tarde, antes de regresar sucios y agotados pero aún vivos a sus casas, pasan a compartir unos tragos de alcohol con el “Tío”; le ofrecen tabaco y hojas de coca, le dan las gracias por la producción y por haberlos protegido toda la semana en el interior de la montaña. El “Tío” es una estatua de cemento con forma de diablo, pintada de rojo, con un pito gigante. Es el dios de los mineros. “No hay nadie más que les pueda cuidar de los derrumbes”, dice Johnny, el guía del grupo, mientras enciende un L&M y lo pone en la boca del diablo para ver si somos bienvenidos.

El diablo fuma, Johnny habla. Johnny era minero pero ahora es guía. Usa pañuelo, mastica coca, habla mucho: tiene un amplio repertorio de palabras en inglés y de chistes sexuales que utiliza cada vez que puede durante sus explicaciones, aunque siempre le salen de un modo forzado, o los dice con el rostro tenso y la mirada ansiosa, de tal modo que todos nos ponemos un poco incómodos, sonreímos y bajamos la vista cuando lo hace, como en este momento que dice que necesita tres mujeres vírgenes para completar los sacrificios para el “Tío”, y después le pregunta a cada una de las chicas del grupo si es virgen, mientras las mira fijo, y sus ojitos le brillan, iluminados por la luz de nuestros cascos. En el grupo hay tres franceses, una pareja de alemanes, una suiza, una brasileña y un argentino. La excursión por las minas es larga.

Johny se divierte.

–Primero hacemos la explicación, y después vienen las fotografías, ¿ok? –dice Johny, y mira al francés, que todavía está parado –Tome asiento ahí, mi amigo, no es un hotel cinco estrellas, por eso les dimos las chaquetas que son impermeables…

–¿Y a las mujeres las sacrifican de verdad? –pregunta la suiza.

–Pues a veces les sacrificaban, pues a veces. Eso no es broma, eso es en la vida real, señorita. Pues ahora en el siglo 21 es casi inhumano hacer ese tipo de ofrendas. Y este tiempo es difícil de poder encontrar mujeres vírgenes…

La excursión a una de las minas cooperativas del cerro Rico, con guía en español, nos costó 60 bolivianos a cada uno. Son unos 35 pesos argentinos, y el precio incluye el equipo: pantalones y camperas impermeables, botas, cascos con luz. Es un recorrido de medio día que comenzó hace casi dos horas, temprano, con un grupo grande de personas cambiándose en el patio de un hostel de Potosí. La mayoría de la gente que viaja a la Villa Imperial de Potosí, que está entre las tres ciudades más altas del mundo, quiere ir a conocer el trabajo en las minas, que es como ir de excursión a cualquier sitio donde se hace trabajo esclavo, donde se sabe que las condiciones son terribles y la realidad es deprimente, sólo que en este caso los mineros bolivianos vendrían a ser esclavos de una historia de saqueo brutal, pero ya no hay nadie que los azuce con la espada.

“Los amigos españoles (sic) llegaron pues un 1 de abril de 1545. En el año 1555, 1560, se va implantando la ley de la mita. La ley de la mita es el trabajo forzado para el hombre indígena: cuatro meses sin poder salir al exterior de la montaña. Cuatro meses sin poder salir del interior, chicos. Mediante la ley de la mita, el hombre indígena solamente podía salir el día jueves a recabar un poco de alimento. En síntesis, que durante un mes el hombre indígena podía salir a ver el sol solamente cuatro veces”, dice Johny, y cita un texto que resume la historia con eficacia: “De Potosí a España, un puente de pura plata. Y de retorno de España a Potosí, un puente de esqueletos humanos”. Se estima que ocho millones de indígenas murieron en el interior de esa montaña durante la colonia.

“Allá en la época colonial”, escribió Eduardo Galeano, “la plata de Potosí fue, durante más de dos siglos, el principal alimento del desarrollo capitalista de Europa. ‘Vale un Potosí’, se decía, para elogiar lo que no tenía precio. A mediados del siglo dieciséis, la ciudad más poblada, más cara y más derrochona del mundo brotó y creció al pie de la montaña que manaba plata. Esa montaña, el llamado Cerro Rico, tragaba indios”.


El agujero interior
El recorrido por las minas de Potosí es efectivo para ilustrar la historia: es como ir a ver en vivo, con adaptaciones, una obra trágica que lleva reproduciéndose 500 años debajo de la tierra. Ese es uno de los principales argumentos que utilizan los turistas europeos que necesitan justificar su visita a las minas: el valor testimonial, dicen, la elocuencia didáctica de la experiencia. Hay quienes deciden que no deben ir por “cuestiones éticas”. No les choca el abismo entre sus presentes; les choca el modo en que los interpelan las agencias de turismo para que vayan, las descripciones que revelan ese abismo: “Es un tour de aventura y cultura que mezcla emoción, mitos, leyendas, costumbres, supersticiones y tradiciones que aún existen en este mundo subterráneo”, dice una. Sí, si se considera a la tristeza como emoción, el despojo como tradición, y la aventura pasa por someterse, durante algunos minutos, a las mismas condiciones de seguridad a la que se someten diariamente los mineros: ninguna.

La primera parada que hacemos al salir del hostel es en el mercado minero, el único en el que se puede comprar libremente dinamita. Allí se venden todos los materiales necesarios para la explotación de los filones, y Johnny invita a cada uno a que lleve una especie de “combo” de regalo para los mineros que incluye hojas de coca, tabaco negro, catalizador, y una gaseosa. “Aparte de que es una visita turística es una visita social: no podemos llegar con las manos vacías a los amigos mineros, no es un montaje eso que nosotros vamos a ver”, dice, y después nos hace probar el alcohol potable “de 96 grados de puro alcohol” que es el que toman los mineros. “Si quieren llevar un poco de alcohol el precio es 10 bolivianos. Si gustan dinamita es un valor de 20 bolivianos”. La minivan en la que vamos arranca otra vez. La mayoría de los pasajeros son israelíes y europeos, y hay un porcentaje mínimo de sudamericanos. Todos llevamos bolsitas de regalo. Los israelíes son los únicos que además compraron dinamita: se dice que al final del tour, los guías van a hacer explotar un cartucho para diversión del grupo.

Antes de ingresar al interior de la montaña, Jhonny reúne a su grupo afuera.

–¿Cuál es la esperanza de vida en Francia? –pregunta.

–76 años –responde Samuel –76 para los hombres y 79 para las mujeres.

La ronda de preguntas sigue por países: “¿Y en Argentina?”. “75”. En Brasil lo mismo. En Alemania, igual que en Francia. “Lamentablemente”, dice, “la esperanza de vida del hombre minero es de 45, 50, máximo 55 años, porque empiezan a trabajar a una edad temprana, muy rápido”, y explica que algunos empiezan a trabajar allí desde los 14, aunque la Ley del Código Minero establece un mínimo de 18 años, “pero quién hace el control acá”. La introducción de Johnny evita confusiones románticas sobre el sistema cooperativo de explotación de las minas, o sobre el futuro inmediato. Vamos a ver en tiempo real como reducen su expectativa de vida los mineros bolivianos, paradójicamente, con el fin de subsistir, y el recorrido le da la razón: en medio de la montaña nos cruzamos con un niño de 13 años con casco y con pico en la mano. Ese día no había colegio, aclara el padre, y como cada día que no hay escuela su hijo fue a ayudarlo con su tarea cotidiana, para ir aprendiendo el oficio.

El interior de la mina no tiene misterio, pero produce un asombro primitivo. Las cosas siempre pueden ser peor que en la imaginación: el aire es más escaso, las paredes más estrechas, el suelo más húmedo, las instalaciones para subir o bajar son menos que precarias, inexistentes, como la luz. Nos guían las lámaparas de los cascos y la voz de Johnny, que nos lleva a la cueva del “Tío” para ver si somos bienvenidos. La aparición del Tío, explica Johnny, es el resultado de un descenso de producción en la minería que se da alrededor de 1570, cuando los indígenas asumen que nadie los controla en el interior de la montaña, y se rebelan contra los españoles disminuyendo su trabajo. “Nosotros los quechuas, tendíamos a ser politeístas, creer en varios dioses: el sol, la luna, la pacha mama, etcétera. Entonces el español introduce un dios a imagen y semejanza se puede decir, pero con el rostro diabólico, para hacer atemorizar al hombre indígena. Y de nuevo se vuelve a generar el trabajo en la mina. Pero pasa un tiempo y el hombre indígena también se da cuenta que este dios no era malo, porque compartía las penas con ellos. Y hasta ahora sigue compartiendo las penas el hombre minero con él”. El vocablo “tío” deriva de “dios”, cuenta, palabra que los quechuas no conseguían pronunciar porque en su lengua no existe la consonante “d”. Entonces primero fue “tíos”, y finalmente se convirtió en “tío”.

Después de la explicación Johnny se levanta, y se acerca al diablo: “Al Tío le gustan los rubios”, dice y señala el cigarrillo consumido. Eso debería ser una buena señal, pero a esta altura ya nadie está muy convencido de querer estar ahí: ahora sólo queda seguir adentrándose en la montaña. Compartir por unos minutos las penas, y después volver a casa.

martes, 10 de mayo de 2011

El 75% de los productores del país utilizan plaguicidas altamente tóxicos


“Más del 75% de los productores utilizan plaguicidas clasificados como altamente tóxicos”, afirma Omar Huici, agrónomo de Plaguicidas Bolivia, en su artículo “Los plaguicidas y sus repercusiones en la salud y el ambiente” inserto en el libro Estado Ambiental de Bolivia 2009 - 2010 publicado por Lidema.

“Más del 85% de los agricultores no respetan las dosis recomendadas, ni la frecuencia, ni el equipo de protección recomendado en la utilización de plaguicidas”, acota Huici.

Los principales plaguicidas utilizados en Bolivia son los Carbamatos y Organofosforados, clasificados como altamente tóxicos, señala Huici a tiempo de asegurar que “cerca de 500 toneladas de plaguicidas obsoletos como los organoclorados están distribuidos en los nueve departamentos de Bolivia”, acota la publicación de Lidema.

La utilización inadecuada de plaguicidas puede desarrollar resistencia en las plagas que intenta eliminar, además pueden llegar a afectar a organismos útiles al hombre lo que puede causar el brote de plagas.

“A pesar de que en nuestro país se cuenta con normas que regulan el uso, manejo y comercialización de plaguicidas de uso agrícola, por las limitaciones humanas, geográficas y económicas, el control no es el adecuado, principalmente en los centros de comercialización medianos y ferias rurales”, asegura Huici.

Por otra parte, “no se cuenta con una instancia ambiental que evalúe, controle y monitoree los efectos de la aplicación de plaguicidas”, sentencia el técnico de Plagbol.
Lic. Edwin Alvarado Terrazas
COORDINADOR NACIONAL PROGRAMA DE
CAPACITACIÓN Y COMUNICACIÓN – LIDEMAedwin@lidema.org.bo * www.lidema.org.bo
Telfs: (591-2) 2418060 - (591-2) 2416044 - (591-2) 2419393
Cel: (591) 71711523 - (591) 77555204

Lidema oficial

miércoles, 4 de mayo de 2011

Apoyan necesidad de pausa ECOLÓGICA forestal en Chuquisaca

“Si consideramos que en Bolivia anualmente se deforesta más de 400.000 hectáreas entre los departamentos del oriente, Chuquisaca y Tarija con los mayores porcentajes, además de los incendios que, en 2010, han llegado incluso al área protegida de la Serrania del Iñao, consideramos que declarar una pausa ecológica forestal sería una medida acertada y muy importante para conservar la riqueza forestal de nuestro departamento”, aseguró René Arancibia Mamani, Coordinador Departamental de la Liga de Defensa del Medio Ambiente, Lidema, en Chuquisaca.
Arancibia recordó que Bolivia está entre los 15 países con mayor megadiversidad en el mundo, incluyendo especies forestales muy valiosas como es la quina,  pino de monte, nogal, cedro, cedrillo, arrayán, lapacho, timboy, mara, quebracho y otros característicos de la zona del chaco chuquisaqueño, que en otros países tienen un alto valor económico. “Con mucha preocupación se ve salir de la zona en grandes cantidades y muchas veces sin el control por parte de la autoridad competente, en algunos casos por la poca capacidad económica y en otros por la inaccesibilidad a los ecosistemas ricos en estas especies”, aseguró.
“La mayor preocupación en nuestro departamento son los altos índices de deforestación, incendios forestales y la perdida de cobertura vegetal, y sin embargo no se tienen índices de forestación o reforestación, no sólo en el chaco; sino en todo el departamento”, aseguró.
Para el coordinador de Lidema, la deforestación es la mayor enemiga de los bosques, y por ende, principal causa del calentamiento global, porque constituye una amenaza al estado del ambiente por las consecuencias que trae. “No olvidemos que la deforestación trae consigo la pérdida de cobertura vegetal, la destrucción de hábitats naturales de animales, que en algunos casos ha costado cientos y hasta miles de años en formarse, y trae consigo la desertificación de suelos, problemática en la cual Chuquisaca se encuentra en los primero lugares a nivel nacional”, acotó.
De proponerse una pausa ecológica forestal en la zona del Chaco Chuquisaqueño, tendría un total apoyo y reconocimiento, aseguró, consultado sobre el hecho de que un miembro de la Asamblea Departamental estuviera realizando gestiones acerca del proyecto de ley que busca la pausa ecológica en el departamento.



Lic. Edwin Alvarado Terrazas
COORDINADOR NACIONAL PROGRAMA DE
CAPACITACIÓN Y COMUNICACIÓN – LIDEMAedwin@lidema.org.bo * www.lidema.org.bo
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Campaña Nacional de Firmas por el NO a la Minería Química a Cielo Abierto
y la Minería Nuclear en todas sus formas

Los ciudadanos del territorio argentino decimos NO a la minería química con la modalidad a "cielo abierto" y a la minería radiactiva en todas sus modalidades (cielo abierto o por galerías).

  • Pedimos la nulidad y derogación de la Ley de Inversiones Mineras (Ley Nacional 24.196) y normas complementarias.
  • Exigimos la derogación y anulación por parte de la República Argentina del "Tratado de Integración Minero Argentino-Chileno".
  • Reclamamos el cierre definitivo y la recomposición del ambiente, según el art. 41 de la Constitución Nacional, de todas las minas abandonadas y aquellas que están funcionando y no respetan la ley general del ambiente (ley nº 25675).
  • Pedimos previa autorización expresa para la utilización de recursos hídricos compartidos de las poblaciones de las provincias potencialmente afectadas por un emprendimiento minero que se expresarán por referéndum y demandamos la participación de la autoridad ambiental nacional en caso de efectos ínter-jurisdiccionales.
  • Pedimos se respeten estrictamente los principios ambientales preventivo, precautorio y de sustentabilidad contenidos en la ley general del ambiente y la sanción de caducidad de las concesiones mineras en caso de incumplimiento.
  • Reclamamos la detención y prisión de los empresarios mineros que contaminan el medio ambiente con sus delitos y la misma condena para los funcionarios públicos cómplices.
  • Denunciamos los planes nucleares que se fomentan desde el gobierno y enriquecen a los empresarios mineros que desarrollan emprendimientos mineros radiactivos.
  • Reclamamos expresa "Licencia Social" y participación ciudadana real y efectiva previas a los procesos de autorización de actividades mineras.

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